El conejo de Pascua no fue la excepción, asique no recuerdo muchos fin de semanas como éste que ha comenzado en que mis padres compraran huevos de chocolate para el domingo. En verdad, recuerdo uno solo: debo haber tenido 11 años (clara desventaja frente a mis hermanos de 22 y 20) y a mi mamá se le ocurrió la brillante idea de esconder los huevos por la casa para que los buscáramos.
Está de más decir que mis hermanos me cagaron y yo encontré el huevo más chico, más feo y el único roto. Y ese fue el que me tocó comer. Los odié a todos, no es que me cueste tanto. Hice una clásica rabieta, con gritito y llanto cocodrilezco incluído. Mi papá se enojó y se pudrió todo. A la mierda la tradición.
No hubo más huevos en mi casa.
Para seguir por ese camino alternativo, éstas Pascuas hago un Cheesecake y todos contentos!
3 comentarios:
Una mujer que de tanto buscar termina rompiendo los huevos, llorando y logrando que se pudra todo.
Me suena, sí.
En mi casa siempre hubo un huevo grande para compartir, o sino, uno igual para cada uno. Pero nunca me dijeron que los traia un conejo :(
JAJAJAJJA, nooo, pobre Malala, yo le regalo un lindo huevo :P.
En mi casa le dan bola, un poco, pero yo no como ninguno.
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