Ahí, allá, lejos

La distancia siempre ha sido una constante en mi vida. Todo siempre me quedaba lejos, al menos todo lo que yo quería. La escuela, el club, la casa de mis amigas, la casa de mis abuelos, mis primos, y luego hasta mis hermanos me quedaron lejos. Todos siempre estaban LEJOS.

Desde pequeñita aprendí a medir las distancias, y siempre me parecieron odiosas. Kilómetros me separaron de mis abuelos, y no me permitieron conocerlos como hubiese deseado, porque para cuando tuve edad de valorarlos, ya estaban bajo tierra. Esa misma cuestión no me permitirá cumplir mi rol de prima, y está haciendo que me pierda la infancia de mis sobrinos. No se si lo lamento, creo que es lo que me toca. Pero cuando me pongo a pensar en eso, siento como una molestia en el pecho.


Las distancias nunca parecen jugar a mi favor, siempre entán en medio de todo lo que deseo. Como si mis objetivos siempre estuvieran medidos por los km que me separan de ellos. Hay trechos que podrán acortarse, caminos que lograrán unirse, espacios que compartiré algún día; y sin embargo tengo la certeza de que la distancia seguirá ahí.

El mundo es a la vez tan pequeño y tan vasto, un pañuelo doblado en un millón de pliegos que nos acercan y nos alejan como si fuese un juego.



Las distancias siempre son protagonistas en mi historia, y yo quiero eliminarlas del libreto.